lunes, 11 de junio de 2012

Pizza Margherita, la niña bonita



Siempre que voy a un restaurante nuevo me gusta preguntar cuál es la especialidad del lugar, por aquello de probar lo mejor. Pregunté y Antonio, el encargado del local, no lo dudó: "la pizza Margherita es la estrella de la carta". Dicho y hecho y no puedo ponerle ni una pega. Como fan y devoradora de pizza que soy, estuve porción a porción buscando algún defecto, algo que dijera: "¡ja!, te pillé", pero no encontré nada. La pizza Margherita está preparada con los ingredientes más selectos y exportados directamente desde la localidad de Campania, en Nápoles, como bien me comentó Antonio. Tomate San Marzano, característico de la zona y con un sabor más frutal comparado con el tomate corriente, y la Mozzarella di Bufala. No os miento si os digo que la diferencia se nota nada más oler su aroma.

Tenía mil y una pregunta que hacer sobre la pizza. No os voy a decir que fuera perfecta, porque no lo creeríais, pero se acercaba tanto que daba miedo incluso pensarlo. La pedimos, vimos cómo la hacían en el momento y como la metían en el exclusivo "Il Fornodoro", el horno de leña más grande de España, guardando las reglas básicas de la pizza en Rossopomodoro: dos centímetros de corteza, con un diámetro inferior a 35 centímetros y preparada a 485º C. Que ningún detalle se escape. Unos minutos después, "clin", la campana que avisa de que la pizza ya está lista para degustar. Y llegaba el momento. ¡Qué mal lo pasé! Mi mente luchaba por saborear lentamente cada porción, disfrutando de cada ingrediente (tomate, mozzarella, albahaca fresca, aceite),como lo hace Remi en "Ratatouille", pero mi instinto animal devoraba cada trozo como si fuera el último que iba a comer en mi vida.

Cuando salí del estado de trance en el que me encontraba, comprobé que había mucha gente que encarga la pizza y la iba a recoger al local. Pero Rossopomodoro tiene algo que le hace diferente a otros restaurantes italianos y es su local. Tiene un ambiente íntimo, donde las mesas tienen la separación necesaria para disfrutar de tus comensales y no distraerte en otras conversaciones. La luz y la música son unos secundarios totalmente necesarios. Sin ellos, la cena no hubiese sido tan especial.

Rossopomodoro lleva un año, más o menos, abierto en Madrid. Tiene clientes habituales y otros esporádicos que pasan por la zona, en la calle Orense nº 83. Yo ya lo conozco y voy a repetir. Si leéis este blog, espero que os atreváis a cambiar Madrid por Nápoles al menos por una noche.





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